Instantes
NOTA PARA EL LECTOR: como recomendación personal, se puede acompañar la lectura con la espléndida obra de Chopin, Waltz in A Minor, Op. Posth., B. 150.
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La breve eternidad de camino a casa
El sonido de la lluvia chocando con el techo del carro, la música pop en español con sabor a antaño que llena suavemente el ambiente y yo, recostada en la silla de atrás, con las piernas recogidas observando la noche a través de la ventana. Mientras ponía mi atención en los fugaces rayos que desde algún lugar iluminaban esa oscuridad del cielo, me pareció ver un inusual brillo cruzar rápidamente por el cristal. Por mi mente pasaron diferentes opciones de lo que pudo haber sido, ¿una luciérnaga quizás? Incluso, tuve un recuerdo de cuando era más pequeña e imaginaba a unas pequeñas hadas volando a la velocidad del carro para hacerme compañía. Empecé a sonreír momentáneamente por la fantasía de aquel pensamiento y fue entonces, cuando lo volví a ver. En esta ocasión, su número aumentó considerablemente, llegando a ocupar casi toda el área de aquél escenario que tenía enfrente, todos a su propio ritmo aparecían y se iban tan rápido como habían llegado. Perdí la noción del tiempo mientras los apreciaba con detalle por un rato. Esto me permitió entender que eran pequeñas gotas que, por algún extraño fenómeno físico del cuál desconozco el nombre, recibían de determinados ángulos un rayo de luz y era lo que les daba tan peculiar aspecto mientras seguían su descenso. Sin embargo, preferí optar por una perspectiva un poco más complicada, tal y como usualmente me gusta a mí. Tomé la decisión de contemplarlas el mayor tiempo que me fuera posible, pues la lluvia empezaba a calmar y con cada kilómetro que empezábamos a recorrer, temía que en algún punto dejáramos atrás la luz y todo se tornara oscuro de nuevo. Aquella luz, que me permitía tener mi propia lluvia de estrellas, mientras estoy disfrutando el espectáculo desde primera fila, en la comodidad de los asientos de la parte trasera del carro. Fue ahí, donde me sentí tan gigante, al dejarme llevar con la idea de estar presenciando un evento de tal magnitud a tan corta distancia de mí, y a la vez tan diminuta, al saber lo efímero de tan grato instante.